La Búsqueda de Visión

N

o recuerdo la primera vez que escuché hablar de La Búsqueda de Visión -quizá fue en algún viaje por Latinoamérica-, pero hace un tiempo sentí una llamada profunda que me empujaba a completar el proceso de cuatro años que conforma este camino. Y no me hice demasiadas preguntas, porque era algo que sentía en un lugar profundo de mí mismo. En mi opinión el terapeuta debe tener algo de chamán, y como tal debe llevar una vida ejemplar y conocerse con detalle, e intuía que la Búsqueda era un camino directo hacia ese mundo interior.

Este ritual era practicado por la mayoría de los pueblos nativos norteamericanos y nos ha llegado precisamente por la descripción etnográfica del pueblo sioux.

Para cada buscador de visión el proceso empieza semanas antes de su ascenso a la montaña, ya que como preparativo debe confeccionar una larga hilera con 365 pequeñas bolsitas de tela que se hacen a lo largo de una cuerda y que contienen una mezcla de tabaco, pétalos de rosa, anís y salvia. Cada atado representa un día del año y los propósitos con los que se sube a la montaña a implorar una visión. También se confeccionan 7 bastones con telas anudadas de 7 colores que representan las cuatro direcciones cardinales, el Gran Espíritu, la Madre Tierra y el corazón de la persona. Cuando el buscador es “plantado” por un hombre medicina de la tradición, se clavan cuatro de esos bastones y con la hilera de rezos de tabaco se forma un cerco dentro del cual el buscador permanece durante todos los días que dure su trabajo. Dentro de esos metros cuadrados suele haber un árbol que le dará compañía, sombra y cobijo. El buscador puede subir con una esterilla y una manta o un saco de dormir para protegerse del frío.

E

l primer año su compromiso es permanecer 4 días y 4 noches en la montaña sin comer ni beber mirando al Este, el lugar por donde sale el sol y que representa la sabiduría. En la primera subida, los 365 saquitos están envueltos en pedazos de tela de color rojo y la cualidad que se implora es la humildad. El segundo año se sube durante 7 días a la montaña y se realiza la búsqueda mirando al Sur, la dirección por donde viene y se va la vida, la dirección de la medicina. Los rezos se envuelven este año en telas de color amarillo y la virtud que se implora es la voluntad. Y la quinta mañana, una comitiva de la gente que está apoyando desde el campamento le sube algo de fruta y agua cocinada con alguna planta maestra para facilitar la llegada de la visión. El tercer año la estancia en la montaña se prolonga por 9 días. La dirección del rezo es el Oeste, el sitio por donde se oculta el sol, la región de la oscuridad y del inconsciente. La cualidad que se busca en este tercer año es la sinceridad, la verdad del corazón. Y el cuarto y último año se cierra el círculo permaneciendo en la montaña durante 13 días. Se reza mirando al Norte dentro de un cerco de rezos color blanco. Esa dirección representa la región del frío, de los vientos fuertes y de la fuerza. El buscador de visión implora este año por su integridad.

C

omencé a indagar para enterarme de los pocos lugares en los que se hacía este trabajo en España. Me hablaron de “Tierra de Gredos”, un campamento que era liderado por Vicente Bueno y que se había levantado en el valle del Tiétar (un sitio al que pertenezco desde hace casi 20 años). Me fui un fin de semana a Guisando para conocerlo y desde el primer momento sentí mucha simpatía hacía él; así que decidí comenzar el camino de su mano. El primer año acudí a la llamada de octubre con incertidumbre y con dudas: sabía que tenía que hacerlo pero desconocía las razones profundas. Los buscadores y los apoyos fuimos compadreando dentro del tipi que se levantaba todos los años por esas fechas. Cuando salió el sol entramos al temazcal y allí se nos retiró el agua, la comida y la palabra. Después nos fueron “plantando” en diferentes rincones de aquella montaña. Con el paso de las horas y de los días fui comprendiendo la importancia de la comida, de las relaciones y sobre todo del agua… pasé mucha sed. Y también mucho frío por las noches. Cuando nos fueron a “cosechar” y luego entramos en el temazcal, lloré al sentir que el agua vitalizaba de nuevo mi cuerpo. En el segundo año fui descubriendo el poder de la respiración, que aliviaba cuando llegaba la angustia. Y si uno se agobiaba más, el camino era respirar más profundamente. De vez en cuando me preguntaba sobre el propósito de estar allí… sin querer salir de una cárcel de hilos que yo mismo había elegido. Aquel año, las moscas aumentaron la dificultad. Seguía tratando de entender cuál era mi esencia cuando me quedaba sin casi todo lo importante.

indio
E

l tercer año volví a coincidir con Ogi, un hombre búlgaro con el que compartiría los cuatro años. Nos fuimos a Ibiza porque en Gredos sólo se realizaba la Búsqueda con estancias de 4 y 7 días y nosotros queríamos probar a seguir más tiempo. En la isla conocimos a María Valdivia -un mujer medicina chilena que lleva décadas allí- y a la bella familia que había ido formando y que la ayudaban a preparar todo. La noche anterior encendimos el fuego en el altar de medialuna y celebramos durante 10 horas la Ceremonia de los Cuatro Tabacos junto a 80 personas más. El San Pedro empezó a extenderse por nuestro cuerpo. Este fue el año más tranquilo, en el que empecé a comprender algo que iba intuyendo: soy cada una de las personas que me rodea, si hablo mal de alguien lo hago de mí mismo, si daño me daño. Como dice la canción: “Somos uno con el universo, siempre, para siempre, siempre”. Para la última subida me fui concienciando desde principios del verano. Eran 13 días con sus noches y quería ir acomodando mi interior para la prueba y para pasar tanto tiempo allá arriba. Durante todas aquellas horas aprendí sobre la paciencia: todo pasa, todo llega. Sentí que mi cuerpo iba muriendo de nuevo los cuatro primeros días por la falta de alimento y de agua, luego el sabor amargo del agua cocinada con medicina los tres siguientes, más tarde la tranquilidad de saber que estaba dónde tenía que estar, luego la cuenta atrás y el deseo de ver gente. La mañana del día 14 María y su hija Kusiy vinieron a por las cuatro personas que terminábamos el camino. Después fuimos descendiendo hasta llegar al campamento. Allí nos recibieron con respeto y admiración por lo que habíamos aguantado y entregado. Fue un momento muy, muy emocionante.

tipi
L

os sioux utilizaban como fórmula de saludo una expresión -aho metakiase- que significaba “por todas mis relaciones”. Y creo que ese ha sido el gran regalo que me llevo de esos 32 días en la montaña: saber que soy parte de un todo y que cuidando me cuido y que cuando me cuido lo hago también por el resto. Sólo por esto, me alegro de haber tomado aquella decisión. A casa me traje una chanupa que me regaló María como a todos los que terminan la Búsqueda. Es una heredera de la pipa de la paz que usaban los pueblos originarios de norteamericana y, que, como me dijo María, me servirá para hablar con Dios a partir de ahora.

Por todas mis relaciones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *